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Uno de los grandes momentos y episodios pintorescos que nos ha dejado el ajedrez se produjo en el torneo de candidatos al campeonato del mundo de 1983, un torneo clasificatorio y previo al Mundial que se celebraría al año siguiente en Moscú. Un momento excepcional puesto que se exprimieron al máximo todos los métodos posibles habidos y por haber que la Federación Internacional de Ajedrez tenía para resolver un empate entre dos jugadores. El representante de la URRS, Vasili Smyslov y el representante de Alemania Occidental, Robert Hübner, fueron los responsables de una hazaña histórica y en la que la ruleta tuvo que entrar en juego. Nunca mejor dicho.

Ruso y alemán estaban disputando los cuartos de final de dicho torneo en la localidad austriaca de Velden, después de haberse clasificado previamente en diferentes campeonatos e ir superando rondas en este torneo de candidatos. Smyslov se había hecho un hueco en Austria después de lograr la segunda posición en un torneo interzonal disputado en Las Palmas un año antes. El veterano jugador tenía por entonces 62 años y estaba batiendo todos los récords de longevidad deportiva en el ajedrez. Aunque no llegaba de tapado ni mucho menos, ya que durante muchos años había sido uno de los mejores jugadores del mundo.

Por su parte, Hübner llegaba también en un momento de forma estupendo. Con la papirología egipcia como profesión, el natural de Colonia se había ganado el respeto en los tableros gracias a su técnica creativa a la hora de jugar. Sin embargo, las partidas de desempate fueron su lacra a finales de los años 70 y principios de los 80, que es cuando el teutón experimentó sus mejores momentos. En el momento de la verdad parecía bloquearse o no contar con esa pizca de suerte que hace falta para llegar a optar al título mundial.

Por tanto, se presentaban dos Grandes Maestros muy diferentes en su estilo y con la mira puesta en el húngaro Zoltán Ribli, que ya esperaba en la ronda de semifinales. El legendario Anatoli Kárpov también aguardaba ansioso por conocer el nombre del ganador del torneo para poner en juego su trono mundial, que cumplía por entonces 8 años sin que nadie se lo pudiera arrebatar. Además, en cada fase los ganadores y perdedores recibían una cantidad dispar de francos por sus resultados, por lo que la partida se antojaba como bastante importante.

El sistema de puntuación del match establecía un juego a diez partidas, con opción a jugar dos partidas más en el caso de que se produjera un empate, y si las tablas se mantenían se celebraban dos partidas rápidas adicionales. El problema es que la FIDE no contaba con un sistema como el Armagedón, en el que el se da más tiempo para jugar al poseedor de las piezas blancas bajo la condición de que gane la partida. Si la cosa queda en empate, el jugador de las piezas negras es el que ganaría. De esa forma se evita un juego interminable.

Por suerte o por desgracia la Federación no contaba con esta regla y lo que se temía que pasará llegó a ocurrir. Smyslov y Hübner empataron tras las primeras diez partidas, siendo el soviético ganador en la cuarta y el teutón vencedor en la novena. En el resto quedaron en empate. En las dos partidas posteriores se mantuvieron las tablas y en las dos últimas no hubo manera de decidir un ganador. La serie de matches se había prolongado por casi un mes y había que buscar una solución alternativa al conflicto. El Casino Velden estaba muy cerca del lugar en el que se disputaba el torneo y allí encontraron el desenlace.

La partida se iba a decidir en la ruleta. Pero no en una ruleta cualquiera, sino en la ruleta europea clásica. Por aquellos entonces era la más popular y todavía en estos tiempos que corren lo sigue siendo esta versión, solo que ahora es en los casinos online en los que se desarrolla todo. Las casillas en rojo daban como ganador a Smyslov y las negras a Hübner, pero al efectuar el lanzamiento la bola cayó en el cero. Parecía cosa de brujería. El final no llegaba. Suerte que ya en el segundo lanzamiento el 3 rojo acabó con el conflicto. La ruleta daba al ruso como vencedor de una de las partidas más emocionantes y a la vez curiosas de la historia del ajedrez.

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