La suerte en el juego
Para ganar en cualquier área es absolutamente necesario disponer de ciertas habilidades especiales, una base innata perfeccionada con el trabajo y el entrenamiento, pero no hay nada que dependa por entero de uno mismo. La interacción con otros o con el propio medio abre el abanico de variables y es ahí cuando entra en juego lo que llamamos suerte. Pero ¿hasta qué punto es necesario contar con la buena fortuna a tu favor para ganar?
Recientemente hemos visto proclamarse campeón del Tour de Francia a Geraint Thomas, el único de los grandes favoritos que no ha sufrido ningún percance durante las 21 etapas de la carrera, lo que genera la pregunta de qué habría sucedido si Tom Dumoulin, Chris Froome, Richie Porte, Mikel Landa, Vincenzo Nibali o Nairo Quintana tampoco hubieran padecido caídas o pinchazos inoportunos. Sin embargo, en el Tour hay una ley no escrita, pero avalada por la historia, que apunta a que el infortunio le resbala al corredor más fuerte y capacitado, lo que comúnmente se conoce como la suerte del campeón.
El único pinchazo que sufrió Miguel Indurain en el Tour fue en el de 1996, el primero en el que ya no tuvo las fuerzas necesarias para subirse al podio de París con el maillot amarillo. Si tomamos esa suerte del campeón como una variable más para llegar a conquistar un gran éxito, cabría cuestionarse también si hay algo intangible que los campeones tengan en común. Betway Casino se hizo esa misma pregunta y elaboró un estudio en el que recopiló datos biográficos de una serie de ganadores en diferentes áreas para descubrir qué los unía. La media de edad de los ganadores es de 32 años (los que tiene Thomas) y se requieren 13 años de trayectoria profesional para alcanzar el éxito (el galés entró en la Academia Olímpica del Ciclismo Británico en 2005). Además, Thomas es géminis, el segundo signo del zodiaco más repetido entre los ganadores, y está casado, otro elemento común entre la mayoría de triunfadores.
Cuándo creer en la suerte
Un estudio elaborado en Italia en 2015 sobre los requisitos necesarios para aprobar un examen escolar señaló que tan solo el 55% de los encuestados manifestó que el resultado depende más del mérito y del trabajo que de la suerte. Un año antes, The Harris Poll elaboró una encuesta en Estados Unidos sobre la creencia en las supersticiones populares y el 33% de los encuestados afirmó creer que encontrarse un penique y recogerlo da buena suerte, mientras que solo el 12% ve el número 13 como síntoma de infortunio.
En lo que respecta a los deportes y el juego, la suerte no siempre afecta por igual. Aunque Hikaru Nakamura sorprendió este verano al ganar el Grand Chess Tour en París, favorecido por un inesperado error de Sergey Karjakin, el ajedrez es la disciplina en la que las habilidades personales tienen un mayor peso, en detrimento de la suerte. Al menos eso es lo que recoge un ranking elaborado por Michael J. Mauboussin, jefe de estrategias de inversión de Legg Masson Capital Management y autor del libro ‘La ecuación del éxito’, traducido al español y disponible en librerías como Fnac.
Mauboussin plantea en su libro la relación entre habilidad y suerte en los negocios, las inversiones y el deporte, situando al ajedrez como la disciplina que más se acerca a la pura habilidad, mientras que el juego de la ruleta aparece al otro extremo y es lo más cercano a la pura suerte. Entre medias, yendo por orden desde la preponderancia de habilidad a la primacía de la suerte, aparecen el baloncesto, el fútbol, el béisbol, el fútbol americano y el hockey; mientras que la bolsa y las tragaperras se sitúan más cercanas a la ruleta.
El póker tiene procesos lógicos parecidos al ajedrez, pero su dinámica es distinta y la suerte juega un papel más importante. El economista Steven Levitt analizó los resultados de la Serie Mundial de Poker (WSOP) de 2010 y concluyó que los jugadores expertos tienen casi un 55% de probabilidades de acabar mejor posicionados que los participantes amateurs. Aunque un hecho que avala la importancia de la habilidad en el póker es la proliferación de partidas entre humanos y máquinas, ya que la inteligencia artificial reduce al máximo el factor suerte.
La suerte, una moneda de dos caras
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la suerte siempre tiene dos caras. Un ejemplo muy gráfico es lo que sucedió en el Rally de Gran Bretaña de 1998, la última prueba del Campeonato Mundial. Tommi Mäkinen llegó a la cita como líder con solo dos puntos más que Carlos Sainz, pero el finlandés quedó fuera de combate en la primera jornada al chocar con un bloque de cemento y destrozar la rueda trasera derecha de su Mitsubishi Lancer. De esta forma, a Sainz le bastaba con acabar cuarto para proclamarse campeón del mundo, pero a falta de 500 metros de la meta del tercer y último día del rally se le rompió una biela del motor y su Toyota Corolla se paró. Resultado: Mäkinen campeón.